Cristales de Conciencia

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Tuesday, August 08, 2006


La Piedra del Profesor
Nunca se puede decir que el introvertido, Carl Gustav Jung (1875-1961) tuvo dificultad en expresarse bien verbalmente; debido a su talento para escribir extrovertidamente, corre el peligro de ser glorificado como un líder espiritual actualmente. Sin embargo, el verdadero sentido entonces se hubiese perdido porque no podemos pasar por alto que Jung fue demasiado humanitario en todo. “Solo soy un campesino oculto”, expresó una vez, derivando satisfacción de cultivar sus propias papas. Algunos le llaman “viejo falible y severo”. El se llamaba a sí mismo, “no soy filósofo ni sociólogo; soy un médico que trata con los hechos”. Pero ocasionalmente se le soltaba la lengua, ¡como la vez en que inadvertidamente, vociferó un secreto íntimo de su acompañante para la cena!

En su juventud fue conocido como “frívolo y demasiado juguetón, por sus compañeros de escuela y de juergas… siempre listo a rebelarse en contra de ‘La Liga de la Virtud’, como les llamaba a los hermanos en fraternidad organizada”. Como pueden ver, Carl fue un “intruso” por su propio gusto. Debe haber sido muy penoso ser el único hijo de un ministro Luterano durante nueve años. ¡Especialmente cuando uno no osa contar abrupta e impulsivamente su más íntimo secreto! La religión ortodoxa no tuvo mucho significado para un joven emergiendo de “la niebla” y entrando en una dicotomía consciente consigo mismo. El hubiera encontrado solaz en las obras de Job. “Aunque me lave con agua helada… sin embargo, tú me arrojas al lodo”. “Tú siempre quieres pensar”, el padre de Carl a menudo le regañaba.

La fascinación de Carl por las piedras empezó más o menos a los nueve años, cuando una piedra saliente de la vieja pared del jardín, llegó a ser su piedra predilecta. Se pasaba las horas en un juego imaginario: “ ‘Me siento encima de esta piedra y ella está debajo. Pero entonces la piedra también puede decir, ‘yo’ y pensar: ‘Estoy situada aquí en esta pendiente y él está sentado sobre de mí.’ Dando lugar a esta pregunta: ‘¿Soy yo el que está sentado en la piedra o soy la piedra en la cual él está sentado?’ “A los diez años Carl armó un maniquí, a quien dio su segunda piedra atesorada, de forma ovalada y negruzca del río Rin, que había llevado en el bolsillo de sus pantalones por mucho tiempo. La relación de Carl con la piedra del jardín y la piedrita de dos colores, conjuntamente con ser el dueño de un maniquí, llegaron a formar su secreto íntimo y consolador durante su niñez llena de dudas. Pero no había duda e que el Otro, dentro de él, era la piedra eterna e indestructible.
Inesperadamente, Carl Jung encontró su tercera piedra cuando recién había cumplido los setenta años. En lugar de recibir la piedra angular triangular, que ordenó claramente para la pared de su jardín en Bollingen, el picapedrero envió en su lugar un cubo perfecto de dimensiones más grandes. El furioso albañil rechazó esta piedra como inadecuada, pero Jung exclamó: “No, esa es mi piedra. ¡Yo debo tenerla!”Un poco inseguro al principio, después él labró sobre dos de las superficies, lo que parecen ser “coincidentes” lemas alquímicos, inmortalizando sus primeras piedras; posteriormente dejó que la tercera cara del cubo se manifestara por sí misma. Sintiendo haber terminado, Jung dedicó la piedra, pero luego empezó a preguntarse qué fue lo que le impulsó a esculpirla. Al fin y al cabo, aún quedaba por tallar el cuarto lado del cubo que no se podía ver. Ahora nosotros podemos preguntarnos: ¿Hay aún otra piedra –una cuya marca él vería en la cuarta cara- una que un filósofo podría redimir como La Piedra?
Fuente: Contratapa Revista El Rosacruz - Nov. 1979

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